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8 Chichi

Aceptación

Los herederos de una civilización pre-diluviana engendraron una época de paraíso en la tierra. El equilibrio era la ley y el amor la luz. La naturalidad, la diversidad, el fluir y la abundancia estaban en armonía con la inteligencia y la creatividad, el conocimiento y su uso constructivo. Algunos templos se levantaron para difundir el amor, llamar la atención, reunir a todos y organizar sociedades para el mejoramiento de todo. La serpiente emplumada se convirtió en el símbolo, la entidad que representaba la evolución de lo desorganizado a comunidades humanas organizadas y planificadas. Su principio era el amor incondicional y este amor requería aceptación.

Como es natural, el sol brilla y los seres vivos lo toman, su reunión alrededor produce sombras, y algunos caen en ellas y no reciben tanta luz como otros. Como es natural, un gran bien producirá un mal que lo desafíe. El amor acepta el desafío y acepta el mal. A partir de esta aceptación, los dioses y los sirvientes de los dioses de la oscuridad surgieron a grandes poderes y gran seguimiento.

En 1520 en Tenochtitlan, el legado de la serpiente emplumada había sobrevivido y era la pieza central de la zona monumental. De cuatro niveles de altura, era una de las pirámides más pequeñas, y era la única circular, con un techo de paja perecedera en la parte superior. Frente a ella se encontraba el enorme Templo Mayor, un templo dual dedicado al dios de la intención Huitzilopochtli y Tláloc, el dios de la lluvia. Todos los días el sacerdote de Quetzalcóatl salía de su pequeño templo y veía el voluminoso templo de enfrente donde se realizaban los sacrificios humanos (no de la manera que contaban los españoles) y donde se producía la imposición de las guerras floridas. Tezcatlipoca, el espejo humeante, enemigo de Quetzalcóatl, se había disfrazado de Huitzilopochtli y había llevado a esta gran civilización a su fin, ya que serían completamente incapaces de ser resilientes a un mal verdadero y desenmascarado que pronto llegaría para acabar con todo.

Lo dejé reposar, lo filtré y examiné esta aceptación una y otra vez. Hoy recibo el mensaje de que, para nuestras pequeñas vidas, debemos tenerlo, hacerlo nuestro. Eso fue lo que hizo Quetzalcóatl, él aceptó el gran mal que crecía frente a él. Cuando tienes un familiar negativo, equivocado, lo aceptas. La manera de fluir y no ser aniquilado por todas las cosas negativas que arroja un sistema tecnocrático es conocerlas y aceptarlas. Sí, evitaremos que nos controlen, nos roben y nos maltraten. Y lo haremos, y sin embargo aceptaremos que esté ahí. Es hasta que el niño herido finalmente se sienta aceptado y acepte su destino que podrá sanar sus heridas internas y dejar de acosar. Hemos recorrido un largo camino para nada mas renunciar.

¡Aloha!

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