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Círculo de palabra

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4 Tecpatl

Hoy, celebrando el regreso de mi nagual, me enfrento a desafíos; desde ayer, de hecho, grandes. Este signo, sin duda, está aquí para traernos crecimiento. Aunque llego un poco tarde para escribir esto debido a ellos, he pensado en no uno, sino dos temas sobre los que escribir, y los voy a exponer aquí. Lo que quiero aclarar es que estas lecturas son una inspiración del nagual del día para decir algo útil; no son una guía ni una descripción definitiva y completa de cada una de las combinaciones. Cada combinación puede significar mucho más de lo que se describe aquí, así que tengan eso en cuenta.

Doblando metal

Quiero decir que todos lo hemos hecho, pero no lo sé. Hay mucho que aprender al observar las propiedades físicas del mundo en el que vivimos y traerlas a la consciencia, donde encontramos relaciones con nuestro mundo alaxpacha celestial. Si aprendemos a doblar metal correctamente, conoceremos el delicado arte de hacerlo y podremos usar ese conocimiento y aplicarlo a nuestras relaciones humanas. La propiedad principal a destacar es que, para doblar un alambre y que se mantenga en la posición deseada, hay que empujarlo o tirarlo más allá del punto deseado para que vuelva a la posición exacta deseada. Es bastante simple. Pero tiene su arte. Hay un punto exacto donde ir más allá, no es tan lejos, tiene un punto óptimo. Además, si se dobla demasiado, se romperá. No conviene exagerar.

Al analizar nuestras relaciones y nuestra forma de gestionar las emociones, podemos aprender mucho de esto. Tendemos a combinar nuestros sentimientos con una mente leal que a veces se desconecta de la consciencia, por lo que ve para el beneficio propio y se olvida de discernir y construir. Pasamos de un extremo a otro, queremos contrarrestar una actitud con la totalmente opuesta, como si dobláramos metal, pero sin conocer el arte, llevándolo demasiado lejos, siendo demasiado extremos. Mi consejo es que, si no quieres romper lo que amas (a ti mismo), déjalo como está, y si intentas corregirlo, aprende primero a dominar el arte de doblar el metal.

Dolor

Escribiré sobre el dolor como un río que he aprendido a cruzar, y al hacerlo he aprendido que se trata de cruzarlo, de no dejarse llevar por él a otro lado ni ahogarse. Tengo que cruzar de vuelta para ayudar a otros a cruzar también; este es mi intento. No tiene sentido ir solo, cruzar solo al otro lado; la idea es llevar a otros contigo, estar juntos, llegar a algún lugar, lejos del dolor. Los ríos son hermosos; si alguna vez visitas la región de Lacanha en la selva Lacandona, te abrumarán con su belleza. Están por todas partes. No puedes caminar por la selva en línea recta sin cruzar un arroyo cada 100 metros y un río cada kilómetro. Como los ríos de la selva Lacandona, la vida te traerá dolores que cruzar de vez en cuando. Los físicos se pueden evitar en su mayoría, pero no por completo, y los emocionales son la verdadera molestia.

El nawal de hoy, desde ayer, me ha estado dando pistas sobre cómo compartir algunas palabras sobre cruzar este río. El agua es la emoción; puede ser fría y abrumadora, y la reacción natural es cerrar los ojos y no cruzar. Primero, sería más prudente abrir los ojos y saber que un río se cruza en nuestro camino y que queremos cruzarlo, no cruzarlo a ciegas. Luego, podemos elegir estratégicamente un lugar para cruzar y encontrar la manera de hacerlo, como lo haríamos con un río real. Pero esto es obvio; la verdadera señal es que nos gusta ir a los ríos y bañarnos en ellos. El mayor problema del dolor es que se convierte en nuestro aliado, nos identificamos con él, nos volvemos adictos a él. Así que no seguimos caminando hacia un destino, por miedo a dejar atrás nuestro hermoso río. Nos apegamos a nuestros dolores porque se convierten en parte de nuestra identidad, y nos cuesta moldearla a lo que conscientemente queremos que sea, porque eso significaría dejar atrás esta parte de nosotros. En cambio, nos dejamos llevar por la oscuridad que traen las partes de nosotros que se pudren, porque las mantenemos bajo el agua todo el tiempo.

Podemos alejarnos del dolor, y aunque lo extrañemos, la calidez del sol y la salud que nos brinda la sanación final pronto superarán la tristeza temporal que nos produce dejar atrás nuestro amado río.

¡Aloha!

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