Sin
El derecho y la transacción son ideas que se generan en nuestra mente para ayudarnos a procesar la información y facilitar nuestra vida diaria. Tenemos nuestro propio concepto de ello, que muchas veces se aleja de la realidad: lo que pensamos no es lo que es. Proyectamos esto en nuestras relaciones, en la magia y la espiritualidad, aludiendo al karma y a la manifestación, pensando que pagamos por lo que hemos hecho o que se nos debe algo por nuestras buenas acciones. Cuando hacemos ofrendas y rituales, hay cierto grado de esto: pagamos para recibir, nos sacrificamos, ofrecemos por adelantado para que no nos lo cobren después. Puede que estemos malinterpretando todo esto, y tal vez no haya una forma correcta de hacerlo. Lo que puedo dilucidar en medio de mi percepción borrosa (borrosa porque, estoy haciendo un punto, esa percepción es borrosa por naturaleza; rara vez vemos con claridad lo que es real) es que podemos centrarnos en la limpieza y la conservación. Ofrendar es mantener vivo, es recordar, es honrar; no estamos pagando por algo que hicimos mal ni invirtiendo en una bendición futura; Si funciona así, es solo porque así lo creemos. Pero llega el día en que esa creencia, que se había manifestado como realidad, se desmorona ante la verdadera realidad subyacente.
Lo mejor que podemos hacer es alimentar nuestra percepción, entrenarnos para obtener energía, desenredar las oscuras ataduras de la falta de amor, el dolor y el miedo. Con esto, quizá podamos percibir con más claridad qué está sucediendo, qué necesita atención. Esta noción puede surgir como una gran pérdida, como algo que se pierde; hoy podrías encontrarte sin ella.
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El derecho y la transacción son ideas que se generan en nuestra mente para ayudarnos a procesar la información y facilitar nuestra vida diaria. Tenemos nuestro propio concepto de ello, que muchas veces se aleja de la realidad: lo que pensamos no es lo que es. Proyectamos esto en nuestras relaciones, en la magia y la espiritualidad, aludiendo al karma y a la manifestación, pensando que pagamos por lo que hemos hecho o que se nos debe algo por nuestras buenas acciones. Cuando hacemos ofrendas y rituales, hay cierto grado de esto: pagamos para recibir, nos sacrificamos, ofrecemos por adelantado para que no nos lo cobren después. Puede que estemos malinterpretando todo esto, y tal vez no haya una forma correcta de hacerlo. Lo que puedo dilucidar en medio de mi percepción borrosa (borrosa porque, estoy haciendo un punto, esa percepción es borrosa por naturaleza; rara vez vemos con claridad lo que es real) es que podemos centrarnos en la limpieza y la conservación. Ofrendar es mantener vivo, es recordar, es honrar; no estamos pagando por algo que hicimos mal ni invirtiendo en una bendición futura; Si funciona así, es solo porque así lo creemos. Pero llega el día en que esa creencia, que se había manifestado como realidad, se desmorona ante la verdadera realidad subyacente.
Lo mejor que podemos hacer es alimentar nuestra percepción, entrenarnos para obtener energía, desenredar las oscuras ataduras de la falta de amor, el dolor y el miedo. Con esto, quizá podamos percibir con más claridad qué está sucediendo, qué necesita atención. Esta noción puede surgir como una gran pérdida, como algo que se pierde; hoy podrías encontrarte sin ella.
